sábado, 19 de noviembre de 2016

OLORES DE VERANO

Inmersa en el otoño recuerdo que hace unos meses tenía muy presente escribir esta entrada sobre algo que para mí es muy importante, el aroma de las cosas. Siempre me he preocupado del olor, de esa sensación que te provocan los alimentos, las personas, los objetos, los lugares....sólo con aproximarte a ellos. Creo que siempre he tenido buen olfato, buena capacidad para percibir esas sensaciones olfativas. Y el periodo estival para mi está lleno de estas sensaciones. Este año me he encontrado con diferentes registros a lo acostumbrado: el incienso en las calles de Bali, el olor a gasolina de las motos, la mina de azufre del volcán Ijén, la leche de coco y el lemongrass....El olor a Bali kopi, a ice tea, a azúcar de coco y a té de jengibre... Son olores que grabaré en mi registro personal para siempre y que este año se han vuelto representativos de una parte de mis vacaciones y también de mi vida.

Pero luego están los otros, los de siempre... el olor a cloro de las piscinas, el olor a césped recién cortado, el olor a calor, a hierbas quemadas en verano, el olor a helados, a cerveza fresca y a estar en la calle. Y además puedo enorgullecerme de esos otros olores que sólo son de unos pocos, los que indican que vuelves a estar en el mismo lugar, con la misma gente y haciendo algo que te gusta... El olor del toro de fuego de Tábara  https://www.youtube.com/watch?v=YN0vm6JptYE, que invade la plaza Mayor a eso de las 3 de la mañana durante varias noches de las fiestas patronales de Agosto. Cuando lo huelo suelo estar cerca de alguien a quien quiero y me siento en casa. En esos mismos días el olor a alcohol que por lo general suelo rechazar, se vuelve también familiar, es un indicador de que la fiesta sigue viva y de que esa sustancia venenosa que tanto hemos ingerido vuelve a acompañarnos de nuevo. El aroma que sale de la panadería, a pan recién hecho, a magdalenas y a empanada..... Y ese inconfundible aroma de las noches de verano, que en Tábara se traduce en aire limpio y fresco que te recupera de un día de calor.

No suele terminar ahí. Tengo la suerte de poder disfrutar de esa sensación que entra por mis fosas al llegar a Torremolinos. El olor a mar, a humedad y a sal que me hace sentir viva y tranquila. Cuando las puertas del Castillo de Santa Clara se abren se mezcla un aroma a historia, a pasado, a ambientador y a confort que es absolutamente propio de este lugar tan especial. http://www.arquitecturademalaga.es/proyectos/124-Hotel_y_apartamentos_Castillo_de_Santa_Clara

A estas sensaciones se suma la que llena el paseo de la Carihuela con los espetos de sardina. ese olor a humo y pescado que vuelve a indicar a mi cerebro que, de nuevo, estamos en casa.

Me siento muy afortunada de poder atesorar en  mi biblioteca olfativa todos estos aromas. Los de siempre, los que marcan la tranquilidad de lo conocido y los nuevos, esos que se suman en cada viaje y en cada aventura para poder realizar nuevas conexiones en mi interior. Gracias a mi sentido del olfato por ofrecerme esta maravillosa experiencia.

sábado, 2 de mayo de 2015

MI CUENTO

Hace unos cinco años, cuando empecé casualmente mi periplo por el mundo de la educación pública escribí un cuento. Creo que no lo consideré muy bueno y lo enterré. Hoy, por alguna razón, he querido leerlo y me ha encantado. Está basado en una historia conocida que me contaba a menudo mi abuelo. Cuando escribí el cuento mi abuelo seguí contando historias. Ahora se las cuento yo a él. 


           Este cuento es la historia de otro cuento. Y cada cuento es una historia por lo que el mar de palabras que podríamos enlazar aquí es interminable, como la historia, por lo tanto, el cuento empieza ya. En una casa vacía, con las paredes de adobe, pintada de blanco la fachada, con unas ventanas de madera, madera maciza, igual que las vigas del techo, unas enormes vigas de esas que ya sólo se encuentran en las casas de pueblo, o en las que intentan recordarnos a las casas antiguas pero cuya construcción es del mes pasado. En esta casa, similar a muchas otras había una chimenea. Ese lugar privilegiado en torno al cual se hacía la vida, al igual que ahora nos sentamos en el sofá frente a la televisión. Ante la chimenea ocurrían la mayor parte de situaciones esenciales del día a día, el calor, la comida, las charlas sobre el día, los momentos ensimismados ante el baile de las llamas, y los cuentos….
Estos cuentos no tienen tapas. No tienen colores, ni ilustraciones ni tamaño de letra. Son cuentos con sonido y llenos, llenitos de imágenes. El cuento contado. Este cuento relata la historia de un hombre que fue a la guerra, y se fue contando durante mucho tiempo, tanto, que la guerra ya no estaba de moda, era sólo un ideal contra el que luchar o una fuente de la que sacar otras historias y otros cuentos pasados. Volvamos al hombre que se fue a la guerra. Causó mucha pena su marcha a la guerra, mucha, mucha pena. No había garantías de regreso, ni de cómo sería éste si lo hubiera, aquel hombre podría regresar herido, sin memoria, vacío, o lleno de conflictos que no le permitirían ser él de nuevo.  Cuando este hombre se fue lo que reinó en su familia fue la incertidumbre, cuando volvería, y cómo, que dolor causaba el no saber nada de él ni de su regreso, o su no regreso….Se hacían apuestas, podría volver en las vacaciones, en el descanso correspondiente a alguna festividad religiosa, en aquellos momentos donde la celebración y la ausencia de la obligación del trabajo hacían esperar noticias alegres. Momentos en lo que la música reinaba en la vida de las gentes, tal y como reinaba en la esperanza de la vuelta del hombre que se fue a la guerra.
El tiempo pasó, como es inevitable, y con él fue disminuyendo la ilusión de que nuestro protagonista regresara con vida a su casa. Un día pareció un paje, de aquellos mensajeros que solían traer noticias. Se acercaba jadeante por el camino de entrada al pueblo. Había ciertas señales que permitían adivinar qué tipo de información traía.  Si venían solos, las noticias que se esperaban no solían ser muy buenas. Causaban misterio, pero en el fondo era un tipo de misterio que sólo pretendía ralentizar el dolor de una noticia certera.  El paje se acercaba caminando con paso lento,  con su traje verde y  su cara desencajada,  por el cansancio del viaje y  por el dolor de las noticias recibidas y transmitidas durante mucho tiempo.  Fue recibido por las gentes del pueblo que le acercaron algo de beber, y que se arremolinaron a su alrededor intentando apresurarle para que les dijera aquello que había venido a decir y que ellos ya sabían.
Empapado en sudor y lágrimas el paje anunció que las noticias que traía no eran buenas, si no tristes y las palabras que salían de su garganta eran entrecortadas, casi incomprensibles, porque el dolor se había apoderado de él. Las mujeres se agarraron el vientre, a los hombres les temblaron las piernas, y los niños y las niñas miraban atónitos sin entender del todo pero entendiendo algo, lo suficiente. Así son los niños.
El hombre que se fue a la guerra había muerto, y en aquel preciso instante le llevaban hacia el cementerio para que fuera enterrado con los honores de un valiente. Porque desde luego se entendía que alguien que dejaba su casa y su familia para ir a combatir por una causa bastante ajena a él era alguien con mucho coraje, y que merecía todos los halagos y distinciones.  Lo que nadie se planteaba era lo que merecía la familia que lloraba por él, pero bueno, eso quizá ya es otro cuento.
Todo el pueblo acudió a despedir al valiente, la urna en la que estaba causaba la admiración de las gentes, por su terciopelo, que acariciaba el cuerpo del hombre a cada paso que daban los compañeros que le portaban. Y qué decir del cristal, que permitía ver el rostro de la guerra, el dolor de la lucha, al mismo tiempo que la tranquilidad del descanso y el alivio porque hubiera terminado.  Entre clamores, llantos, gritos, hurras y cánticos religiosos, los compañeros del caído depositaron con suavidad el bonito y preciado ataúd (cuyo coste debía haber sido muy alto y quizá innecesario, pues la familia que despedía a su padre, marido, hermano, podría haber empleado ese dinero en algo más esencial).
Cuando terminaron de echar la tierra sobre el ataúd aparecieron tres pájaros, con un bonito gorjeo, similar a un cántico de alegría, extraño, teniendo en cuenta la situación de dolor en la cual se encontraban sumidas las gentes de este pueblo. Tres pajaritos van.
Al calor de la chimenea, y a través de la tradición oral llegó a mí esta historia, algo más breve, mucho, con música acompañante y frecuentes ritmos repetidos y creo que con un mensaje algo distinto. Y parece ser que un grande también hizo su historia. Sin comparación y humildemente, me alegro.  



No lo escribí en su momento, pero el protagonista se llama Mambrú. 
https://www.youtube.com/watch?v=fB5hc_EDwUs

viernes, 13 de marzo de 2015

CUENTOS DE INFANCIA

Pasando la aspiradora por debajo de la cama no he podido evitar recordar un cuento que escuché y leí muchas veces cuando era pequeña....

"Erase una vez un príncipe muy apuesto (*1) que buscaba una joven con quien casarse (*2). Así que decidió coger su caballo y recorrer las aldeas de su reino para ver si la encontraba. Cuando llegó a la primera casa llamó a la puerta, le abrió una joven (*3) y el príncipe le preguntó
- Perdona, mi caballo está hambriento, no come desde hace días (*4) y el problema es que sólo come esas pelusas que se forman debajo de la cama, ¿podrías darle unas pocas para saciar su hambre?
- Claro, en mi casa hay muchas de esas....ahora mismo le preparo un buen puñado. 
Se las dio al príncipe, éste le dio las gracias y se alejó a lomos de su caballo.
En la siguiente aldea ocurrió una situación parecida, y en la siguiente....A todas las casas donde llamaba el príncipe conseguía alimentar a su corcel. Por fin, llegó a una casa muy humilde (*5), donde le abrió la puerta una hermosa (*6) joven.  Cuando el príncipe le planteó su petición, la joven, algo ruborizada, le contestó:
- Lo siento alteza, pero en mi casa no se crean esas pelusas, ya que me ocupo de ellas todos los días.
- ¡Por fin! - exclamó el príncipe- Tú eres limpia, y por eso no tienes pelusas de esas. Tú serás mi mujer! (*7)
Y vivieron felices y comieron perdices....(*8) "

Tal cual. Y el subnormal que escribió esto se quedó tan ancho. No he querido ni investigar quién fue, ni el título del cuento ni nada. Pero me acuerdo perfectamente del él, más de 20 años después....

Lo más impactante es la moraleja, pero comparte con muchos de los cuentos que mi generación tuvo que tragar, varias particularidades...

*1.- ¿Por qué siempre el príncipe tiene que ser apuesto? ¿Acaso todos los nobles lo eran? Sólo hay que dar una vuelta por el museo del Prado para constatar que no.
*2.-. El príncipe buscaba una joven....como quien busca trabajo. ¿Eso se busca? ¿O es que quería ejercer su derecho de pernada?
*3.-  Por supuesto las jóvenes del reino estaban esperando a que viniera el príncipe a llamar a su puerta. No tenían que trabajar, ni estudiaban ni nada....
*4.- ¿Qué tu caballo no come desde hace días? Pero si tú eres el que más recursos tiene en toda comarca, que ruin, viviendo a costa de los demás.
*5.- La casa humilde era donde limpiaban, claro, porque en las no humildes se lo haría el servicio...
*6.- La chica limpia además es guapa, porque eso es un valor en alza, de hecho son los más importantes para triunfar, ser limpia y guapa.
*7.- El hecho de que sea su mujer no es opcional, él lo ha decidido y así ha de hacerse, la opinión de ella poco importa.
*8.- A pesar de que desconocemos los deseos y anhelos de la joven, damos por hecho que casarse con un príncipe es suficiente para ser feliz, así que ya está...la vida resuelta.

Menos mal que tuvimos otros ejemplos



VIVIR EL PRESENTE

Cuando llega el año nuevo parece que todo puede cambiar. Es un momento en que nos paramos y miramos el mundo con otros ojos. Aparecen anhelos, pruebas, promesas de cambio y empezamos a dar  pasos para que éstos tengan lugar. Siempre parece que todos estos cambios son positivos; dejar de fumar, hacer ejercicio, comer mejor, ver más a la familia y a los amigos, aprender un idioma....De hecho se convierten un poco en tópicos, Deseamos cambiar aquellas cosas que hacemos durante 365 días sólo porque la organización temporal de nuestra sociedad ha establecido un cambio de año. Pero ¿son esos deseos realmente nuestros? La extrema similitud entre los deseos y propuestas de todas las personas que conozco me hace pensar que no. Son siempre aquellas cosas que se supone que no debemos hacer en nuestra vida. Por supuesto que son buenos propósitos y buenas ideas, eso es innegable. Pero quizá lo que podemos plantearnos es por qué la mayor parte de esos 365 días nos dedicamos a ellas. Quizá nos gusta. Nos gusta tener tiempo para nosotros y parar de vez en cuando, por eso no podemos estar siempre haciendo mil planes o rodeados de mil  amigos. Nos gusta fumar ( o no). Nos gusta tumbarnos en el sofá y disfrutar de un buen documental o una buena serie. Nos gusta comer determinados alimentos, a pesar de lo que sabemos de ellos, porque experimentamos un inmenso placer que los hace irresistibles. Tenemos pendiente el idioma, año tras año, quizá porque se supone que debemos aprenderlo, no porque nos interese y quizá no lo necesitemos. 
Dejemos pues de prometernos, pues lo que somos es lo que está ocurriendo hoy, ahora, en este instante y eso ocurre por algo, porque nosotros lo queremos así. Seamos felices con lo que somos y con lo que tenemos, aquí y ahora, sin renunciar a los sueños, pero dando más peso siempre a la realidad que nos envuelve y que el propósito del nuevo año se convierta en el propósito del nuevo día, del nuevo minuto, del nuevo segundo....Aquí y ahora es cuando nuestra vida se reinventa y , con ella, nuestra felicidad. 


Aquí y ahora, lo que dura un rayo de sol en el mismo lugar....

jueves, 18 de septiembre de 2014

LA MAGIA DE LOS NÚMEROS

Cuando estaba en el colegio había que definirse. Había que decidir cuál era tu color preferido, tu chico ideal, si eras de la revista Bravo o de la Super Pop....y, por supuesto, tu número preferido.
Yo elegí el 4. No se muy bien por qué lo elegí ni que significaba para mi en ese momento, pero me parecía redondo, rotundo...y conectaba con él. Cómo creía que hacían los deportistas lo elegí para mi camiseta del equipo de voleyball y, año tras año, se convirtió en "mi número", hasta tal punto que lo elegía siempre en cualquier juego y en cualquier sorteo y acabé convirtiéndome en alguien predecible a ese nivel; "¿Qué número has pensado?" y aquel que había jugado conmigo a un par de cosas ya sabía cual era.
Nunca fui una forofa de las matemáticas, no se me daban mal pero me costaba, y me cuesta, entenderlas...Sin embargo me encantan los números. La existencia de números capícua me emociona. Desconozco el origen de esta emoción y jamás, hasta ahora mismo, había investigado el origen de estos números, http://es.wikipedia.org/wiki/Capic%C3%BAa. Siempre ha sido una pasión tranquila, si es posible esta combinación. Aunque en ocasiones me ha creado algún problema, como aquellos momentos en el que el cuentakilómetros del coche llega a un número capicúa o estéticamente bonito (según mi criterio) y he intentado hacer fotos del mismo.....a veces en situaciones un poco extremas.
Menos mal que hay quien me ayuda en ello.


Y hoy me he dado cuenta que, por casualidad, o no... (otras situaciones que me emocionan...) que vivo en el barrio 44.....vaya.....Siempre he sabido que este era el barrio 44 pero no ha sido hasta hoy cuando he sido plenamente consciente de que era el 4.....y me ha provocado tanta ilusión que en mi investigación sobre el barrio he descubierto que siempre ha sido un lugar interesante aunque, a priori, pueda no parecerlo http://barrio44.blogspot.com.es/p/nosotros.html. Para mi es importante el lugar donde vivo. Y estas pequeñas cosas le dan un sabor especial

Así que mientras las calles de mi barrio se llenan de lluvia veraniega de septiembre he decidido que esta bonita casualidad era digna de estrenar lo que espero que sea un lugar donde ser un poco yo, expresando pensamientos e ideas, abriéndome un poco más al mundo y contando las innumerables y pequeñas razones por las que estoy enamorada de la vida.